Zahúrda Subrepticia

desafueros dominicales

Coño, de pronto, y sin apenas pretenderlo, he conseguido el deificante don de la ubicuidad... según esto, ayer a eso de las 12 de la noche estaba escribiendo en el blog... cuando yo juraría que estaba en un antro misérrimo, descerrajándome garrafón a bocajarro. Claro que, puestos a jurar, juraría que eso lo andaría escribiendo a eso de las cinco de la tarde...

Por cierto, que ayer llevaba algo de prisa y se resintió la enjundia literaria que quería darle a mis torpes palabras:

“Joder, mirar esa foto e imaginarme con la mirada turbia, la voluntad errática, lenguaraz y abismado...”

Aquí tenía que haber añadido que sólo me faltaba el viento salobre y la taberna portuaria; o el frío árido en una pulpería perdida en medio de la inmensidad de La Pampa... imaginadme en una payada con acento desgarbado y voz de cazalla, cantando total y absolutamente de forma inarmónica, sobre el desamor y la fulminante aprensión que se cierne sobre uno a medida que se acerca el gran “clásico”...

Mierda, espero que gane el Betis o voy a tener que esconderme debajo de la cama seis o siete meses...

En verdad escribo aquí porque estoy atascado con mi proyecto de “orfebrería metalingüística” –me encanta tal definición-.
Estoy en esa fase donde se agolpan las ideas, diversas e incluso antagónicas, y, o bien uno no está seguro de que sean lo suficientemente buenas, o bien hay que ir fabulando encajes de bolillos para unirlas...